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El Pan Nuestro de Cada Día

   

POCA INFORMACIÓN. Para los consumidores no deja de ser una buena noticia que la imagen del pan empiece a cocerse en las panaderías. Eso es lo que piensa también Aurita Martín, madre de familia de Móstoles de 45 años. "Hace pocos días, oí cómo un panadero de mi barrio respondía a una señora diciendo que 'el pan, como todo lo bueno, tiene que engordar, y que para no coger kilos lo mejor no es dejar el pan, sino dejar de comer’. Aún quedan panaderos así, que no sólo siguen con los cuatro tipos de pan de toda la vida, sino que ni siquiera conocen su producto y, por supuesto, no saben explicar sus propiedades y, como consecuencia, el sector pierde clientes". María José Manzano, contable en unos laboratorios farmacéuticos, está de acuerdo. "Se van viendo mejoras, más variedades, mejor presentación, pero aún queda mucho por hacer. Por ejemplo, a mí me gustaría saber si el pan que compro es fresco o congelado, por qué unos días sabe peor o se me seca antes que otros, si está permitido que la persona que cobra a un cliente pueda servir pan a otro a continuación, algo que vemos aún en muchos establecimientos. Yo creo que el pan se merece más respeto".

Lleno de connotaciones religiosas, el pan nuestro de cada día ha sido a la vez germen de revoluciones y símbolo de liberalidad. No se entiende, por ejemplo, la Revolución Francesa sin las malas cosechas de trigo de 1789 y la marcha de la muchedumbre revolucionaria desde París a Versasalles en busca "del panadero, la panadera y el panaderito". ¿La escena final para la historia? El rey Luis XVI pidiendo un morceau de pain, s’il vous plaît (un trozo de pan por favor) cuando acabó de escuchar la condena a la guillotina a la que le había arrastrado el hambre de justicia del pueblo...

 
 
 















   
   



 
 
 

 

   
   

 

 

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